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Debido a la gran invasión de las tecnologías en las últimas décadas, existe un gran flujo de información que, en ocasiones, resulta imposible de manejar.

Cualquier persona que tenga en su poder un dispositivo móvil con acceso a Internet (hoy día, la gran mayoría) tiene la posibilidad de documentar todo a su alrededor. En este caso, resulta muy fácil compartir contenido personal en las plataformas de Internet y redes sociales; tenemos fotos de la fiesta pasada, de los deliciosos platos de aquel restaurante, de las vacaciones en el pueblo, etcétera. Dada esta facilidad, la práctica nos lleva a compartir en exceso experiencias de nuestra vida privada sin darnos cuenta de las consecuencias que supone mostrar nuestra intimidad.

En el festival Confusion de Benimaclet, el equipo DEVA creamos un taller dirigido a adolescentes para prevenir los posibles problemas que pueden surgir en esta práctica tan común entre l@s jóvenes. Nuestro principal objetivo era señalar la delgada línea que separa la intimidad de la vulnerabilidad.

La intimidad es uno de los mayores tesoros que tiene la persona, y debe protegerse. Aunque confiamos parte de nuestra intimidad con otros humanos, existe un ámbito que es propio e intransferible.

Cuando un documento personal cae en manos indeseadas, nos vemos expuest@s, en riesgo de ser herid@s; vulnerables.

Pero entonces ¿qué es el Sexting y qué tiene que ver con todo esto?

El sexting consiste en el envío de imágenes o vídeos de contenido sexual a través de los medios tecnológicos. Aunque el sexting se desarrolle como un juego íntimo y divertido entre personas que se aprecian, puede caer en mal uso.

Sextorsión, Stalking o Grooming son ejemplos de la mala praxis de esta actividad que invaden nuestra parcela de intimidad agresivamente.